lunes, 3 de octubre de 2011

Extraño ese dulce olor a sal


Una de las cosas que más me hacen falta de mi país es levantarme y contemplar el mar. Mi casa natal y de crianza se encuentra en Ciudad Nueva, y desde el gran balcón podía mirar hacia el mar y hasta ella llegaba el olor a sal.

Ahora vivo en Sevilla, una ciudad con mucho encanto, pero que carece de salida al mar debido a que es una ciudad interior. Cuando llega el verano me gusta mucho ir a la cercana Cádiz a disfrutar de la fusión del Atlántico con el Mediterráneo.

Pues contaré una anécdota que me pasó hace casi tres años al ir por primera vez a la playa. Fui con unos amigos y me dijeron que llevara sombrilla, lo que me lo encontré muy extraño, ya que pensaba que allí habría palmeras para protegerse del sol. Pues yo me llevé mi sombrilla (aquí sombrilla es la de la playa y el paraguas es el de la lluvia) Pues llevé el paraguas de aquí y mis amigos se rieron, porqué me dijeron que sombrilla es una cosa y paraguas es otra.

¡Que desilusión al ver que la playa carecía de palmeras y que obligatoriamente había que cargar con la dichosa sombrilla! Otro drama fue al entrarme al agua, estaba súper fría. Ya han pasado los años y he ido acostumbrándome a los días de playa, lo único que sé que no hay nada como el Caribe, con sus playas de arena blanca, sus cocoteros, el agua azul turquesa, y sobre todo la olla de espaguettis, la música a todo volumen, las personas con sus vasos de cerveza y de ron mientras toman un baño, y la mejor parte que llueva mientras estés en el agua y luego salga el sol radiante como si nada hubiese pasado. ¡Como extraño esos días!

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