viernes, 27 de julio de 2007

A Las Cañitas no ha llegado la era global


Mary Esther Campusano -


SANTO DOMINGO.- Mientras muchas personas habitan en lujosas casas con vista al mar y donde el ajuar es cambiado cada año, en el sector Las Cañitas la única vista que tienen es donde se unen los ríos Isabela y Ozama, y el ajuar de los habitantes es el polvo y el hambre marcadas en sus rostros.

Casas donde reina el hacinamiento y que parecen derrumbarse, niños correteando y personas pensando si les toca comer, es el panorama que se contempla en este sector.

El dilema de la familia que encabeza Edelmira Santos, de 77 años, es que donde comen uno comen once. Esta convive junto a once personas incluyendo una hija que tiene cinco hijos, en una humilde vivienda de madera y zinc del sector Las Cañitas, donde el polvo y las vicisitudes le dan la bienvenida a los visitantes. Edelmira es viuda y dice que “vive entregada a la voluntad del Señor”.

Lamenta que se les acabó el gas, por lo que tiene que cocinar en un fogón cuando aparecen recursos para comer. Duermen “apechurrados” en tres colchones, no poseen un lugar decente para higienizarse ni realizar sus necesidades fisiológicas, por lo que han tenido que improvisar una especie de baño en el patio.

No tienen muebles, apenas unas sillas en mal estado, una nevera y una pequeña televisión comprada con sacrificio.

El poco dinero que consiguen es de Timoteo, uno de los hijos de Edelmira, quien vive del chiripeo, vendiendo chicharrón. Algunas veces le va bien y otras mal. De las nietas que viven con doña Edelmira sólo hay dos que están en la escuela ya que los demás no tienen actas de nacimiento.

Casi en la misma situación está su vecina Carmen Rosario de 45 años, que vive con seis personas, las cuales duermen repartidas en dos colchones. Carmen trabaja en un picapollo donde gana 3,000 pesos mensuales. Dice que no le da el dinero para hacer cena y para lo único que encuentra, a veces, es para la comida del mediodía, aunque su cena la tiene segura en su trabajo.
Su esposo trabaja conchando en un carro que según Carmen cuando gana 100 pesos gasta 300 arreglándolo, y de los demás que viven en su casa solo laboran dos, pero no ayudan con la economía familiar.

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